El valor de la palabra
El deseo de libertad se ha manifestado a lo largo de toda la historia, en mayor o menor medida, en todos los campos de la vida: social, político, económico o psicológico. Casi con total seguridad se habla mucho de él porque, a pesar de los progresos realizados, continúa siendo una ambición insatisfecha. El hombre muestra su gran ansia de libertad porque su aspiración fundamental es la culminación de la felicidad, y solamente no pensando en sí mismo es cuando de verdad no se siente frustrado. La cumbre de la protección máxima de los derechos y libertades fundamentales del ser humano se plasma en el establecimiento de una Constitución normativa de configuración jurídica que obligue tanto a los gobernados como a los gobernantes. Pero a veces, existen desajustes entre la propia Constitución y el régimen político del que todo país esta dotado generándose ataques de derecho (normas contrarias a las leyes constitucionales) y/o de hecho (crisis del Estado). Así las cosas y remitiéndonos a la coyuntura actual, se puede afirmar con rotundidad que, a pesar del recorrido constitucional de nuestro país, se observa cierto intervensionismo del poder central que tiene como finalidad la manipulación encubierta de la opinión pública en aras de controlar con ansiedad las opiniones de las voces discrepantes amordazándolas con la falsedad de sus propias expresiones. A este respecto, en un Estado marcadamente democrático, la actuación del poder ejecutivo debe ajustarse a la legalidad y moralidad que lo legitima, y no convertir la tolerancia en un matiz pleno de indiferencia y de subterfugios. Por ello la tolerancia en todo caso debe ser activa, solidaria, positiva y llena de benevolencia. Séneca ya advirtió en su época que “los hombres deben estimarse como hermanos y conciudadanos pues su propia naturaleza pide respeto mutuo ya que aquella nos ha constituido en parientes al engendrarnos de los mismos elementos y para un mismo fin”. Sin embargo esa “benevolencia” no implica que todo sea sencillo y moderado, pues no esta prohibido ser áspero o crítico con los demás, sino que conviene y es deseable que con criterio rigorista la fricción política se provoque para evacuar decisiones acertadas. A pesar de ello, a veces las instituciones adolecen de madurez para encarar responsablemente los problemas que resueltamente deben solventar. Y es aquí donde la falta de respeto personal e institucional, la descalificación vejatoria y la pronta difamación entra en el terreno de juego originando verdaderos estragos que confunden a una ciudadanía que ha depositado su confianza en sus representantes electos. Con respecto a esta contexto que desgraciadamente azota hoy día nuestro escenario político, yo recomendaría aquello que hace algún tiempo dijo Marco Aurelio: “hemos nacido para una tarea común, como los pies, las manos, los párpados. De modo que obrar unos contra otros por vanidad y prepotencia va contra la naturaleza. Se ultraja así mismo el hombre que se irrita con otro sin ver más allá, el que vuelve las espaldas o es hostil contra un igual”. Aprendamos a ser consecuentes con nuestras palabras pues estas son el reflejo de la ponderación reflexiva de sujetos cabales, formada y bien trabada, a pesar de las diferentes convicciones que el ser humano albergue en su corazón. El dialogo acompasado, la armonía de una exposición razonada y precisa que jalone la cuestión a tratar, es el arte de quien sabe dominarse así mismo por creer que el valor de la palabra supera al filo de la cuchilla. Vicente Franco Gil |
1 Comments:
Bienvenido al mundo de la blogmanía... lo de la cuchilla me ha impresionado porque es el instrumento que se utilizó para purificar la idea de libertad entre los ilustrados... entiendo que es una reflexión para que, en el presente, los progresistas moderen su acción sólo a la palabra... a intentar convencernos o a aprender de nosotros... pero dejándonos obrar, pensar, sentir... vivir.
Sin embargo... hay otro tipo de cuchilla... la de los presupuestos, la de los temarios de educación, la de la presión sobre los jueces para el ejercicio de leyes injustas... ¿cómo defendernos entonces sólo con el poder de la palabra?
Probablemente habrá que seguir saliendo a la calle, movilizando conciencias... y utilizando los medios como este (la red digital) para escapar del dirigismo estatal en mor de la libertad.
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