Tuesday, May 09, 2006

La dignidad de vivir

Con los últimos acontecimientos accaecidos de Jorge León, pentaplégico de 53 años, se ha abierto de nuevo el debate de la eutanasia, la dulce muerte. Pero ahora con la llegada de la modernidad progresista se ha introducido un nuevo vocablo que intenta dulcificar aún más el acto de asesinar:el suicidio asistido. Y digo asesinar porque según el artículo 139 del vigente Código Penal "será reo de asesinato el que matare a otro concurriendo "alguna" de las circunstancias siguientes: 1.- alavosía, 2.- precio o recompensa, 3.- ensañamiento o aumento deliberado del dolor". Está claro que en los casos de eutanasia la alevosía es palpable y necesaria para perpetrar tal atrocidaz.

Si la sociedad reclama el derecho a la muerte digna(?)y los políticos de turno se doblegan a tales pretensiones, que no quepa la menor duda de que la eutanasia abiertamente se legalizara. Esta triste realidad que no compartimos muchos es fruto de una desviada interpretación del concepto de la vida.

En un mundo paganizado, materialista, inhibido y falto de compromiso en donde el placer y la sensualidad lo colman todo, realmente es difícil entender que el ser humano es algo más que simple materia orgánica. A pesar de que se niegue en muchos circulos sociales la existencia del alma, lo cierto es que el ser humano es un cuerpo animado o un alma corporea. Negar la evidencia sería tanto como decir que la ley de la gravedad no existe por no conocerse a simple vista, o que lo de los electrones y protones de las moléculas son cuentos chinos.

Cuando la vida humana se cifra en cortos intervalos de tiempo placenteros en los que todo marcha bien, no se tiene dolor alguno, se está alegre y economicamente se es solvente, la vida es digna y se puede disfrutar. Pero cuando las cosas cambian, esa indignidad de no poseer lo que se quiere, padecer enfermedades o sufrir desengaños ya se convierten en atributos más que suficientes para no seguir viviendo. Esta argumentación es la propia de desesperados, de personas desmotivadas, de seres que no creen en la eternidad, en la felicidad perpetua, en el gozo perenne del triunfo.

Yo creo firmemente en una sociedad de con-vivientes y no en una sociedad de muertos. Nunca sabremos donde puede estar el fin natural de nuestra vida pero lo cierto es que se acaba y luego se pasa la factura. Es dificil soportar a veces situaciones no queridas, inesperadas, inauditas...Pero suceden. A todos nos suceden. No solamente se padece fisicamente, también moral, espiritual y psiquicamente. ¿A todas estas situaciones se les debería de aplicar la eutanasia si llegara el caso? ¿ Por qué sí a los enfermos terminales o grandes dicapacitados y no a los frustrados, arruinados, desengañados o mal queridos? No, no es de recibo matar por estorbar, por no poder realizar cosas, por no comprender, por no poder desplazarse...

Con la aprobación de la eutanasia se debería modificar además la blindada Constitución española introduciendo el derecho fundamental a morir dignamente, cambiar los códigos deontológicos de la medicina, el juramento hipocrático, y tantas cosas más. Esto es una tarea de locos.

Me niego rotundamente a pensar que los seres humanos seamos un compuesto meramente celular con fecha de caducidad anticipada. Respeto a todas las personas y a sus decisiones y por ello les invito a reflexionar en un tema que compete a la sociedad en su conjunto y no a la exclusividad de unos pocos sujetos. Hay alguien por encima de nosotros que nos ama a pesar de las circunstancias en las que nos encontremos.


Vicente Franco Gil.

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