Publicaciones dolosamente engañosas
Tras la edición en papel de "El Código Da Vinci" ahora viene el ciclón en las grandes pantallas. Está claro que es un filón de oro por medio del cual las arcas de unos pocos se llenan con el ansia marketingnizada de unos muchos. Lo pernicioso de estos eventos se centra en el deplorable nivel cultural de análisis crítico el cual es practicamente nulo en lectores y espectadores que felizmente se lo tragan todo como ballena en el océano al abrir su grandiosa boca.
Hoy más que nunca, y no sé por que, existe una tendencia manipuladora que, lindando la ilegalidad, la difamación y el insulto, persigue aleccionar e instruir en el arte de la pseudociencia a las personas a través de reportajes novelescos de pura ficción carentes de todo vínculo histórico y documental. Si bien novelar e inventar a pesar del mal gusto es lícito y según para quienes hasta loable, no por ello debemos dejarnos amedrentar por la furia de mentes que pretenden mutilar la poca o mucha base que portamos los ciudadanos de a pie.
Desde esta perspectiva, el Código Da Vinci distorsiona, desnaturaliza y prostituye no solo la historia, sino que pone de manifiesto su incisión más ecerada hacia la Iglesia Católica y concretamente a una promoción apostólica cuyo fundador fue declarado hace unos años santo, la cual siempre ha tenido cercana la sombra de la tribulación por parte de la contradicción de los buenos y como no de los malos.
En este libro/película se cuestionan, por ejemplo, la autenticidad de los Evangelios. Para desmontar esta teoría diremos que estos como libros históricos que son, reunen sin duda las tres condiciones básicas a que obedecen ese tipo de obras, a saber: autenticidad, vericidad e integridad. Los hechos de Jesús pueden ser perfectamente comprobables mediante fuentes independientes del conocimiento histórico. Además, es muy improbable que los mártires mueran por defender a ultranza una sarta de mentiras. Con la cantidda de copias en varios idiomas que desde antigüo se presdribieron es muy fácil encontrar aquellas que puedan ser apócrifas o falsas.
El propio Rousseau, que por cierto no despertaban los Evangelios en él una simpatía particular ni sentía predilección por la fe católica, ya comentó que no era una forma de inventar lo que relataban los Evangelios tanto por su contenido como por su redacción. A pesar de la cantidad ingente y existente de documentos y de su diversa procedencia, todas las versiones nos han llegado con dos testimonios comunes: la fidelidad y la veneración con la que se han plasmado.
En fin, como es de suponer yo no ire a ver al cine la película. Frente a toda esta intoxicación sibilina y sagaz que ha penetrado la mente en diferentes estratos sociales, recomiendo leer unos cuantos libros para contrarrestar y equilibrar lo que el Código Da Vinci nunca contará: la verdad. Así pues tenemos en el mercado libros como "El engaño Da Vinci" de Mark Shea y Edward Sri; o "Los misterios del Código da Vinci", "Descodificando a Da Vinci" y "Descodificando a María Magdalena" todos de ellos de Amy Welborn.
Si en algún momento no saben qué hacer y el ocio les fagocita, lean estos libros o practiquen asiduamente la lectura pausada y atenta de los Evangelios y descubriran lo fascinante de sus enseñanzas.
vicenbarbarroja
Hoy más que nunca, y no sé por que, existe una tendencia manipuladora que, lindando la ilegalidad, la difamación y el insulto, persigue aleccionar e instruir en el arte de la pseudociencia a las personas a través de reportajes novelescos de pura ficción carentes de todo vínculo histórico y documental. Si bien novelar e inventar a pesar del mal gusto es lícito y según para quienes hasta loable, no por ello debemos dejarnos amedrentar por la furia de mentes que pretenden mutilar la poca o mucha base que portamos los ciudadanos de a pie.
Desde esta perspectiva, el Código Da Vinci distorsiona, desnaturaliza y prostituye no solo la historia, sino que pone de manifiesto su incisión más ecerada hacia la Iglesia Católica y concretamente a una promoción apostólica cuyo fundador fue declarado hace unos años santo, la cual siempre ha tenido cercana la sombra de la tribulación por parte de la contradicción de los buenos y como no de los malos.
En este libro/película se cuestionan, por ejemplo, la autenticidad de los Evangelios. Para desmontar esta teoría diremos que estos como libros históricos que son, reunen sin duda las tres condiciones básicas a que obedecen ese tipo de obras, a saber: autenticidad, vericidad e integridad. Los hechos de Jesús pueden ser perfectamente comprobables mediante fuentes independientes del conocimiento histórico. Además, es muy improbable que los mártires mueran por defender a ultranza una sarta de mentiras. Con la cantidda de copias en varios idiomas que desde antigüo se presdribieron es muy fácil encontrar aquellas que puedan ser apócrifas o falsas.
El propio Rousseau, que por cierto no despertaban los Evangelios en él una simpatía particular ni sentía predilección por la fe católica, ya comentó que no era una forma de inventar lo que relataban los Evangelios tanto por su contenido como por su redacción. A pesar de la cantidad ingente y existente de documentos y de su diversa procedencia, todas las versiones nos han llegado con dos testimonios comunes: la fidelidad y la veneración con la que se han plasmado.
En fin, como es de suponer yo no ire a ver al cine la película. Frente a toda esta intoxicación sibilina y sagaz que ha penetrado la mente en diferentes estratos sociales, recomiendo leer unos cuantos libros para contrarrestar y equilibrar lo que el Código Da Vinci nunca contará: la verdad. Así pues tenemos en el mercado libros como "El engaño Da Vinci" de Mark Shea y Edward Sri; o "Los misterios del Código da Vinci", "Descodificando a Da Vinci" y "Descodificando a María Magdalena" todos de ellos de Amy Welborn.
Si en algún momento no saben qué hacer y el ocio les fagocita, lean estos libros o practiquen asiduamente la lectura pausada y atenta de los Evangelios y descubriran lo fascinante de sus enseñanzas.
vicenbarbarroja
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