Sunday, November 12, 2006

El colmo de la ignominia siembra el Estado español con derechos artificiales.

La anarquía normativa seduce a España. Promulgada la polémica ley de matrimonios homosexuales, con la reprobación del PP avalada por más de diez millones de españoles, la izquierda parlamentaria atenta de nuevo contra la dignidad humana.

La ley de Identidad de Género, una de tantas leyes que a Zapatero le apremia para degradar al género humano, ha sido modificada gracias a una enmienda a la Ley de Reproducción Asistida al permitir a la mujer casada con otra, ser madre del hijo de ésta fecundada por el sistema in vitro, sin tener que realizar los trámites previos para la adopción.

La iniciativa, como no podía ser de otra manera, fue presentada por IU-ICV y ERC y apoyada por todos los Grupos Parlamentarios a excepción del PP. Destaquemos que de las formaciones que defendieron la enmienda, ICV y ERC, son los socios en el poder de la Generalidad de Cataluña tras las últimas elecciones, que a su vez cuentan con el beneplácito absoluto del socialismo temible que se cierne sobre la decencia de una ingente cantidad de ciudadanos que no queremos que la sinrazón obnubilada por la perversión se apodere de nuestras mentes ni de nuestras almas.

Con esta postura, se vuelve a conculcar los derechos del niño, del inocente, del indefenso, del frágil, pues éste no es una opción, ni un objeto, ni una cosa que se adquiera por la permisividad jurídica de unas disposiciones antisociales, antinaturales e injustas. Ya es lamentable que para implantar en una mujer gametos por el sistema in vitro, se tengan que destruir vidas incipientes de seres humanos causadas por la irremediable selección embrionaria, hasta que el acomodo en el seno materno del idóneo tenga lugar. Pero lo realmente patético es que, con la referida modificación, en un contradictorio e incongruente matrimonio de mujeres lesbianas, una de ellas sea madre, ¿o quizá padre?, con reconocimiento legal y automático por ser la “esposa” de la estaba previamente embarazada, desde el mismo momento del alumbramiento de ese bebé y por supuesto lo declare fehacientemente en el Registro Civil correspondiente.


Si nos paramos a pensar, nos puede resultar vertiginoso observar ciertas connotaciones que no son para nada baladíes. En primer lugar, el hijo nacido no sabrá quien es su padre, no podrá amarlo, se le condena de raíz a prescindir del derecho inalienable a esa figura entrañable que le serviría de otro modo de apoyo vital a lo largo de su desarrollo como persona, tanto si procede su concepción de un banco de donantes de esperma, pues la identidad no se desvela, como si proviene de algún conocido de la fecundada que ni él pueda llegar a saber el destino de su semen. En segundo lugar, el niño o niña crecerá entre dos mujeres, una de las cuales será irrefutablemente su madre biológica y la otra también será su madre o padre, no lo se bien, por ministerio de una inicua ley que, no confiriéndole la auténtica complementariedad que habita en el matrimonio constituido por hombre y mujer, nunca le reportará el equilibrio y la estabilidad emocional que tanto y a temprana edad precisan como agua de mayo los hijos.


Actualmente todo son facilidades para los homosexuales, para ese segmento poblacional minúsculo de una sociedad manipulada estadísticamente, en donde prima la moral de situación y la aquiescencia de los aburguesados indiferentes. Sin embargo, las familias retrógradas, “fascistas”, las tradicionales, así se les llama habitualmente, las compuestas naturalmente por hombre (padre) y mujer (madre), con una prole proveniente del mutuo amor, de la entrega total y del compromiso sin límites, esas son relegadas, descalificadas y hundidas en el fango de la más absoluta miseria, sin que para ellas existan pérfidamente recursos suficientes para potenciarlas, ni el fomento dispositivo adecuado para que el ordenamiento jurídico las arrope.


Demasiadas trabas legales para la adopción de niños españoles por parte de matrimonios españoles. Nula promoción de la natalidad en una España cada día más vetusta. Carga y presión fiscal colosal para las familias numerosas, cuya generosidad se ve empañada por la política antisocial de la izquierda aniquiladora, los que se llaman progresistas en nuestro desgajado país. Y es en estas realidades es donde concurren y se desvelan las oscuras intenciones de la infamia socialista, comunista y segregacionista. La ponderación legal tiene un destacado, descarado y hábil color político, no es recta, no es ecuánime, la balanza se inclina del lado de los depravados, de los que quieren destruir un mundo digno para nuestros hijos, de los que piensan en ellos mismos y no en los que vendrán en un futuro, de los que obstaculizan a los que quieren colmar decorosamente sus vidas.


Y nos hablan de libertad, ¿para quién? Para los de siempre, par los sectarios, los demoledores de conciencias, los lava-cerebros que maquinan la consecución de la consternación a base de arrasar las estructuras que mantienen firme el recto proceder del hombre. Libertad claman también desde el seno de esas madres fecundadas in vitro los hijos que aquellas portan, diciéndoles que su dignidad no se fracciona, que no se comercia con ellos, que quieren tener un padre y una madre que les quieran, crecer en una familia compuesta por un varón y mujer, que no quieren que las leyes perversas decidan prematuramente lo que ellos no desean, que no quieren ser presas fáciles de la tecnología y de la impiedad.


Se lleva hasta el extremo, a modo de nueva libertad, el diseño de un núcleo pseudofamiliar impuesto y promocionado, obviando los responsables políticos de la nación que de esta forma, ni conseguirán una urdimbre social próspera, ni si quiera podrán ampliar su ansiada universalidad libertaria porque por encima de sus cabezas, de todas nuestras cabezas aunque no lo quieran reconocer, gravita un ser superior que no lo permitirá.

El tiempo coloca gradualmente a cada cual según sus actuaciones, y la renegrida y facinerosa izquierda española disfruta, como consecuencia de su peyorativo servicio a la comunidad, de un lugar preferente para engrosar las huestes de la tórrida gehena.

vicenbarbarroja.

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