Thursday, October 19, 2006

La perversidad política se traduce en los insultos a Fraga.


En la Universidad de Granada, incidentes de jóvenes aleccionados han cosido a humillaciones a un gran político y ser humano de España, así como a un gran gestor del erario público de la comunidad gallega.


No hay nada más indignante que la afrenta compulsiva y vehemente que falta al respeto de aquellas personas por el hecho legítimo de ser, pensar o actuar de una manera diferente son degradados por contribuir con su coherencia a la buena formación del tejido social. D. Manuel Fraga, persona educada y de una diplomacia exquisita, fue víctima de unos enfrentamientos verbales en Granada que han transgredido los pilares básicos de nuestra democracia social y de derecho. Pensaba que los rencores de la transición habían arribado hacía tiempo a buen puerto y actualmente estaban dormidos en las páginas de la historia. Pero triste e interesadamente no es así.

Todavía existen cachorros desalmados que sirven a la depravación a bajo coste. Son los “hijos” de una España que no quiere avanzar, que prefieren que se destruya, sin ideales, sin espíritu, sin decencia, aleccionados y manipulados por perversas mentes del pasado que lejos de creer en el futuro de una España libre, fomentan el resentimiento y la animadversión.

Demasiada literatura libertaria más que liberal para unos pocos, y restrictivo desarrollo humano para otros, para esos que hundiendo sus raíces en valores éticos, morales y cristianos pretenden con ejemplaridad hacer emerger un mundo mejor, más justo y con menores diferencias. Pero esto no interesa. No interesa porque para ello se hallan los detractores del humanismo, aquellos que se precian de ser progres y bondadosos concediendo derechos inventados a grupúsculos reducidos de personas malintencionadas.

Pobre D. Manuel, él que ha visto tanta cosas, que siempre ha procurado tener al trabajo como norte de su existencia, que a pesar de su avanzada edad todavía puede darle muchas lecciones a estos políticos del tres al cuarto que desde la Moncloa y sus satélites pretenden imprimir un sello diabólico en las almas de sus administrados, los que sin ellos saberlo les dan de comer.

Los jóvenes que ultrajaron a este icono de la política española que supo con serenidad y empaque caminar por la senda institucional, osan ahora en colmar de improperios y calumnias lo que otrora los indeseables no jaleaban por temor al peso de la justicia. Jóvenes que ni siquiera han nacido en la época del General Franco, que lo poco que saben de su régimen no vivido es lo que les cuentan de oídas porque no saben ni quieren leer la historia. Decididamente estaban aleccionados, entrenados para intervenir y reventar el acto académico que con ilusión y entereza tenía previsto D. Manuel, pues la agresión estaba bien planificada. Además tenían que ser los que fueron, efebos enfebrecidos y ávidos de recompensa, ¿cuál?, las altas esferas lo sabrán.

Entre esta atmósfera cargada de odio y de revueltas que mancillan la todavía neófita Constitución española, está huérfana de voces que griten por el entendimiento y la concordia. Quizá algunos solapadamente trabajen para ocultar la desesperación de gran parte de intelectuales, periodistas, pensadores, políticos y gente de bien que, acostumbrados a la verdad y a pactar con la libertad, aún no han encontrado ese rastro que pueda contrarrestar el hachazo amargo de los enemigos de su propio país.

vicenbarbarroja

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