El giro de los políticos demócratas norteamericanos reafirma una exquisita observancia por la religión.
55 congresistas de la fe católica del Partido Demócrata apuestan por un alegato de principios en donde se comprometen a legislar en coherencia con sus convicciones.
Después de practicar el Partido Demócrata estadounidense un laicismo acerado y combativo en las últimas legislaturas, ahora tiene a bien enarbolar una nueva razón de ser que diseña un novedoso perfil político al mostrar que la religión debe estar presente en la vida pública por ser consustancial e inseparable del ser humano. Ante esta postura, ya desde hace varios meses, las intervenciones en las que los congresistas demócratas hacen revelaciones públicas relativas a la fe que alimentan sus creencias, son abundantes y abiertas.
Por todo ello, el senador Barack Obama tildó de "irracional e intolerante" la actitud de aquellas personas, políticos o no, que excluyen por principio y con discriminación la religión de la esfera pública. No es congruente confinar un espíritu, un sentir y una forma de vivir a las cuatro paredes del interiorismo más oscuro del hombre.
Legislar a favor de la vida y de la dignidad del ser humano, en consonancia con los dictados de la enseñanza social de la Iglesia Católica y prestar atención a las directrices acerca de los valores éticos, no solamente es loable y plausible sino de obligado cumplimiento en aras de construir una sociedad más justa y humana. La primacía de la conciencia debería estar en todo caso por encima de los intereses partidistas y consecuentemente fuera de toda lógica que incida en la dogmática disciplina del voto.
Además, la separación entre la Iglesia y el Estado es a toda luz compatible con el hecho de que la fe otorgue crédito e informe acertadamente de todos los aspectos que afecten a nuestros deberes públicos.
Después de practicar el Partido Demócrata estadounidense un laicismo acerado y combativo en las últimas legislaturas, ahora tiene a bien enarbolar una nueva razón de ser que diseña un novedoso perfil político al mostrar que la religión debe estar presente en la vida pública por ser consustancial e inseparable del ser humano. Ante esta postura, ya desde hace varios meses, las intervenciones en las que los congresistas demócratas hacen revelaciones públicas relativas a la fe que alimentan sus creencias, son abundantes y abiertas.
Por todo ello, el senador Barack Obama tildó de "irracional e intolerante" la actitud de aquellas personas, políticos o no, que excluyen por principio y con discriminación la religión de la esfera pública. No es congruente confinar un espíritu, un sentir y una forma de vivir a las cuatro paredes del interiorismo más oscuro del hombre.
Legislar a favor de la vida y de la dignidad del ser humano, en consonancia con los dictados de la enseñanza social de la Iglesia Católica y prestar atención a las directrices acerca de los valores éticos, no solamente es loable y plausible sino de obligado cumplimiento en aras de construir una sociedad más justa y humana. La primacía de la conciencia debería estar en todo caso por encima de los intereses partidistas y consecuentemente fuera de toda lógica que incida en la dogmática disciplina del voto.
Además, la separación entre la Iglesia y el Estado es a toda luz compatible con el hecho de que la fe otorgue crédito e informe acertadamente de todos los aspectos que afecten a nuestros deberes públicos.
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