Friday, January 05, 2007

Tras el atentado del 30-D, Mariano Rajoy exige a Zapatero una comparecencia solemne en el Pleno del Congreso de los Diputados.


El líder de la oposición de la política nacional quiere pedir explicaciones al jefe del Ejecutivo acerca de cuál es la estrategia en materia antiterrorista del Gobierno despues de constatar la nula capacidad de reacción de ZP.


Parece ser que Zapatero, más que haber estado de vacaciones en el marismeño paraje de Doñana, ha sufrido un profundo letargo a modo de hibernación cual vulgar oso. Ante este hecho, Sonsoles, la mujer del taumaturgo presidente de España, preocupada y abatida por este extraño padecimiento de su consorte, hizo llamar a “los chicos del coro” para que dieran la cara ante el atentado terrorista de la banda criminal ETA y dieran algún tipo de explicación a los medios de comunicación y a la opinión pública en su conjunto. Y así lo hicieron Rubalcaba, Pepiño Blanco y cía.


Así las cosas, es claro que la gestión de la crisis ha demostrado que Zapatero fue incapaz de cerrar el mal llamado proceso de paz y mucho menos desplazarse hasta el lugar del siniestro con la premura que requería tal acontecimiento debido a la gran detonación ocasionada por los 800 kilos de explosivo colocados por los terroristas de la ETA.


Pero esta situación además viene acompañada de otros sucesos indignantes con los que Zapatero siempre ha querido ir de la mano a pesar de las advertencias del riesgo que aquellos comportaban. Uno de ellos, por nombrar el más significativo, es la “amistad”, dialogo u acercamiento de posturas fomentada con relación a la ilegalizada Batasuna y su subrepticio y ladino caudillo Arnaldo Otegui. A tal respecto, el Tribunal Constitucional a confirmado la remisión a la Audiencia Nacional de la causa en la que se investiga al dirigente batasuno, por el delito de enaltecimiento del terrorismo por su participación en julio de 2001 en el entierro de la asesina abertzale Olaia Castresana, ya que Otegui pidió in situ un aplauso para todos los gudaris que habían caído en la larga lucha por la autodeterminación de Euskal Herria.

Frente a este escaparate inaudito, falto de sensibilidad política y pleno de resentimiento, Mariano Rajoy apela a la razón y a la sabiduría coherente reclamando la presencia del presidente de la nación ante el Parlamento español de manera solemne, es decir, con la misma solemnidad que jalonó la moción de mayo de 2005 donde el cerco político a excepción del PP, marcó las pautas para establecer “cualquier” futuro pactado y consensuado que pusiera fin al terrorismo en la geografía española. O con la solemnidad que el Gobierno Central y todos los Grupos políticos a excepción del PP, quisieron ampliar el anterior Pacto Antiterrorista, el cual Rajoy pretende que sea aceptado bilateralmente por el PSOE.

Y en medio de todo este fregado satírico y mordaz, solamente faltaba la “jaculatoria” burlona de otro socio de gobierno zapateril, los de ERC, quien Agustí Cerdá, presidente del Grupo Parlamentario de ERC, manifestó como consecuencia del atentado terrorista del T-4 de Barajas con la ironía que les caracteriza que “no veo la urgencia de una comparecencia de Zapatero en el Congreso. El Pleno no es el mejor escenario para aunar esfuerzos”. Tras estas palabras, juzguen queridos lectores ustedes mismos, y observarán cómo la ruina de nuestro país ha sido siempre una crónica anunciada y desgraciadamente consentida por propios y ajenos, por representantes y por el pueblo votante.


En fin, tiempos solemnes para recuperar la credibilidad en las instituciones, en la catadura moral de las personas y para robustecer el predicado Estado de Derecho que con tanta ligereza últimamente ciertas fuerzas políticas vapulean al albur de sus desconsiderados interese privados.


Vicente Franco Gil.




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