Thursday, November 09, 2006

Zapatero ya no lidera su partido, el Gobierno socialista sin control, agoniza.

Tras las elecciones catalanas, y lejos de haber obtenido ningún partido la mayoría absoluta, las estrategias políticas hacen sus rebajas para pactar y después gobernar. Montilla inicia su trayectoria a la Generalitat con paralelismo partidista.



Se acabó el vocerío, la descalificación y la puesta en escena de los reclamos electorales que Cataluña ha vivido en los últimos días. La refriega política de momento descansa. En el reposo del acercamiento a posturas coyunturales que abran la puerta de la gobernabilidad, está a la espera. Que ésta llegue a ser viable o no, poco importa a los líderes de los partidos, está más en las mentes tocar la seda del poder.


En estas elecciones como en otras, se constata cada vez más la obsolescencia de la vigente Ley Electoral, pues lejos de erigir a la formación más votada como gobierno electo, bien en la primera vuelta o en posteriores acotadas por el número de los primigenios votos, se deja demasiado al albur de los políticos la conformación de los gabinetes que no siempre ofrecen buenos resultados.


Y este es el caso que nos ocupa. CiU siendo el partido más votado y no ostentando la mayoría absoluta, puede ejercer durante cuatro años como una desmembrada oposición. Y por el contrario, formaciones minoritarias que sumadas a otras alcancen el nivel para exhibir la titularidad gubernamental, desplazaran legalmente la voluntad popular con la inseguridad y desconfianza que ello supone, pues la soberanía reside en el pueblo.


Así es la realidad de la Comunidad Catalana. El índice de abstención se puso de manifiesto el día 1 de noviembre. Los ciudadanos están hartos de tomaduras de pelo. Los catalanes son gente seria, trabajadora, inteligente, huyen de los chismorreos y las parodias de los radicales y de los que prometen lo luego no pueden dar. Son negociantes de pro y les gusta invertir bien su dinero.


Llegados a este punto, lo más coherente sería formar una coalición entre CiU y el PSOE, pues de esta manera desbancarían a los extremistas y el equilibrio institucional volvería a reinar tras la nefasta actuación del tripartito de Maragall. Pero el PSOE ha perdido muchos escaños, y su orgullo le duele y el rencor pueden más que la cordura por hacer las cosas bien. El resentimiento es la clave de la política de los socialistas de ahora, de los aleccionados por Zapatero, no de aqullos de la etapa “felipista”, pues aunque éstos robaban y promovían al máximo la doctrina del amiguismo, por lo menos todavía querían a España y estaban muy lejos de sus mentes promulgar leyes indignas y fuera de contexto.


Montilla prefiere tras el descalabro electoral seguir los pasos del fracasado Maragall, seguir unidos a los radicales de ERC y ICV, pues estos partidos minoritarios son los que se sienten más catalanistas y por ello acreedores de la llave para poder gobernar a su manera los próximos cuatro años. Y en medio de esta vorágine alambicada, Zapatero calla y otorga, no tiene mando, ni opinión, es un niño risueño en manos de la segregación y en brazos del terror. No siente, no padece, su ilustrada cabeza le hace ningunear y mirar hacia otras partes, quizá a las que le indican desde la sala de máquinas, de los que urden la venganza, el desaliento y el deshonor.


Piqué los conoce bien, y sabe esperar. El PPC ha quedado indemne, en su línea, ya prosperará. Conoce que la imposición es la carta de naturaleza del nuevo socialismo que retorna al ancestral soviético, al cubano, al que amordaza las gargantas de los que quieren ser diferentes pero no les dejan. Esa es la política también de Montilla, un lobo con piel de cordero que “pasa” de su líder Zapatero para cerrar tratos con independentistas sectarios e intransigentes como Carod Rovira y Joan Saura, detractores de la unidad nacional. Zapatero no existe para Montilla, y ante la incapacidad de ZP para orientar conductas positivas que reviertan en la bonanza de Cataluña, declara que confiere total libertad a Montilla para pactar lo que éste crea más conveniente.


Con CiU, Montilla se puede sentir incómodo, pues la gobernabilidad estaría basada en la cordura, la equidad y el equilibrio institucional, y eso sería para él miccionar fuera del tiesto. La socioconvergencia sería factible si la buena fe y el sentido común reinara por ambas partes, pero me temo que la socialista no está por la labor. Repetir el tripartito le trae cuenta a Montilla, y a Zapatero, con perdón, se la trae al pairo.


vicenbarbarroja.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home