Wednesday, September 27, 2006

La brecha económica en Aragón aplasta con indiferencia a los más pobres.

En pleno S.XXI, el Estado del bienestar todavía no despunta para una cantidad nada despreciable de ciudadanos que por naturaleza deberían ostentar el mismo grado de dignidad que los más ricos.


Uno de los logros más significativos de nuestra “brillante” democracia ha sido sin duda, no ya que las minorías sean tenidas en cuenta, sino que sean atendidas convenientemente según sus circunstancias. Ante esta afirmación a priori nada reveladora, es obvio que en la práctica no se aplica con equidad. Es un panorama deplorable ver que cerca de 200.00 aragoneses vivan en el umbral de la más absoluta pobreza. Mientras otros sobresalen por sus pingüe bonanza económica, otros en cambio adolecen de los enseres y servicios más básicos para el ser humano.


Frente a esta situación, en breve el Instituto de Estudios Sociales Avanzados desvelará cuantificadamente los sectores de pobreza que cubren la geografía de nuestra Comunidad. Con todo, no es tan necesario descubrir la cantidad de pobres afectados que alberga Aragón, como erradicar en la mayor medida posible los brotes de la indigencia. Es paradójico comprobar cómo en áreas de colmada riqueza afloran situaciones de emergencia, de alarma y drama familiar, produciéndose una brecha difícil de sortear, que aleja a pobres y ricos dada la indiferencia que provoca la inerte comodidad.

Dificultades para comer, lavarse y vestirse son algunas de las carencias que sufre la población aragonesa sumergida en el deterioro físico, psíquico y en el olvido social. Ante este absurdo escenario, solamente resta apelar a la consideración cívica y la responsabilidad institucional para que, en conciencia, la opulencia complaciente de personajes cada vez más impasibles baje escaños en pro de paliar aquellas insuficiencias que nuestro prójimo errante espera como recompensa del vanguardista avance técnico y del laureado desarrollo social.

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