La mediación familiar es un buen antídoto para prevenir separaciones y divorcios.
La situaciones personales, familiares y conyugales de los seres humanos son las piedras miliares que jalonan el sendero de nuestras vidas. Siendo celosos de atesorar estas piedras preciosas, podremos alcanzar la felicidad.
La convulsión a la que se ve afectada hoy en día la sociedad en su conjunto, incide con bastante contundencia en el entorno familiar, pues la familia, como fundamento y célula vital que urde el tejido social, no está exenta de las contrariedades cotidianas. Pero frente a los problemas que puedan aparecer en el seno de un hogar, existen numerosos antídotos que contrarrestan el vacío al que puede llegar la relación conyugal.
No es bueno que se promulguen leyes que faciliten los desenlaces matrimoniales ni divulgar ideologías que desnaturalicen la verdadera esencia del matrimonio, que no es otra que la entrega total y continuada a perpetuidad entre hombre y mujer. Para quienes piensan que el matrimonio es un simple “contrato” en el que las partes se avienen a convenir un elenco de prescripciones a las que se sujetan temporalmente, les diría que se olvidan de la pieza más importante de ese “contrato”, a saber, el compromiso y el amor llevado con alegría cada minuto, cada segundo de nuestra existencia, acomodando nuestro querer al querer del otro, siendo la vida marital la unión perfecta que planifica con proyección de futuro una convivencia conformada por personas que siendo diferentes sustancialmente y genéticamente, son iguales en dignidad.
Contraer matrimonio es algo más que comprar una lavadora, o firmar la hipoteca de un inmueble. En una unión conyugal se establece un “negocio” de grandes dimensiones abierto a la vida, se establece un hogar cuyos pilares son la fidelidad, la libertad responsable, el servicio desinteresado y la educación en virtudes. El seno familiar es donde nacemos, aprendemos, nos desarrollamos, lloramos, nos reímos, nos entusiasmamos, es el eje medular en donde se articula la sociedad por entero. Por ello, dependiendo de cómo sea la estructura de la unión conyugal, así se expandirá la sociedad, siendo más o menos elástica en principios y valores que a la postre redundarán en benéfico o detrimento de los elementos aisladamente considerados que la componen, es decir, en la propias las personas.
A raíz de la publicación de ciertas disposiciones, a la sazón, las uniones de hecho, los matrimonios homosexuales, el divorcio exprés, etc, mayormente fomentadas por el socialismo pútrido y reinante que nos acosa día a día, se puede observar sin realizar demasiados esfuerzos que, el aumento de divorcios y separaciones ha aumentado considerablemente en los últimos años. Y esta realidad no es producto sometido al dinamismo que conlleva la modernidad o los cambios de época, sino más bien obedece al deterioro mental que el ser humano está sufriendo al robársele el principio de identidad y de responsabilidad. Esta situación, en gran medida, es debida al empuje desmesurado que está efectuando la conjunción del relativismo y el individualismo, corrientes basadas en el “usar y tirar” que convierten el carpe diem en una idolatría de atractivamente perfecta.
Pero para paliar la creciente crecida de divorcios y separaciones que se producen en España, existen medios a través de los cuales previenen la potencial desunión desembocándola en una feliz y consensuada vinculación duradera. En la Clínica Universitaria de Navarra tenemos un buen ejemplo con la Unidad de Diagnóstico y Terapia Familiar, en donde el objeto principal es orientar a las familias para ayudarles a recuperar las ilusiones perdidas o dormidas, que no muertas. Un divorcio o separación es fruto en demasiadas ocasiones de la irreflexión, de la incomprensión, de la ausencia de comunicación o de la falta de preparación para el matrimonio, pues sin duda éste es vocacional.
Y al hilo de lo que algunos estiman como pura contratación el vínculo matrimonial, con la ley del divorcio exprés se ha vuelto a la figura retrograda y denigrante de la repudiación, acto unilateral por medio del cual una de las partes sin tener que demostrar ninguna clase de incumplimiento contractual, opta por rescindir dicho contrato. Es curioso que la legislación vigente “blinda “ al máximo todo tipo de relación contractual, excepto el matrimonio. Será porque a la cúpula socialista de la que se alimenta el actual pero efímero gobierno de la nación, no le interesa el futuro de una sociedad bien trabada en la que los principios rectores hundan sus raíces en una consistente cimentación, pues al parecer la desestabilización y la confusión son las mejores armas para manipular a una ciudadanía que cada vez camina más desordenada. Porque la libertad no consiste en que cada uno elija lo que más le apetezca, como en un supermercado, sino que dentro de las cosas buenas elija la mejor, y eso solamente se puede realizar cuando se consideran objetivamente como valores absolutos aquellos que hacen crecer a la humanidad con integridad y con dignidad, prescindiendo de la utilidad que pueda reportar la afectividad entendida como pura comodidad sentimental.
Para concluir, no olvidemos a los hijos, fruto del matrimonio, pues ellos también tienen derechos reconocidos y naturales que no se deben conculcar. El dolor que padecen los hijos frente a los divorcios o separaciones es equivalente a la pérdida de un ser querido y en ocasiones causan magnas desgracias. Por ellos, por la mujer y por el hombre, por la familia, por la sociedad, luchemos por erradicar del mapa legislativo aquellas leyes injustas que en vez de articular las demandas sociales, promueven la decadencia impúdica de la misma. El amor lo supera todo, pero inexorablemente hay que sustentarlo.
vicenbarbarroja.
La convulsión a la que se ve afectada hoy en día la sociedad en su conjunto, incide con bastante contundencia en el entorno familiar, pues la familia, como fundamento y célula vital que urde el tejido social, no está exenta de las contrariedades cotidianas. Pero frente a los problemas que puedan aparecer en el seno de un hogar, existen numerosos antídotos que contrarrestan el vacío al que puede llegar la relación conyugal.
No es bueno que se promulguen leyes que faciliten los desenlaces matrimoniales ni divulgar ideologías que desnaturalicen la verdadera esencia del matrimonio, que no es otra que la entrega total y continuada a perpetuidad entre hombre y mujer. Para quienes piensan que el matrimonio es un simple “contrato” en el que las partes se avienen a convenir un elenco de prescripciones a las que se sujetan temporalmente, les diría que se olvidan de la pieza más importante de ese “contrato”, a saber, el compromiso y el amor llevado con alegría cada minuto, cada segundo de nuestra existencia, acomodando nuestro querer al querer del otro, siendo la vida marital la unión perfecta que planifica con proyección de futuro una convivencia conformada por personas que siendo diferentes sustancialmente y genéticamente, son iguales en dignidad.
Contraer matrimonio es algo más que comprar una lavadora, o firmar la hipoteca de un inmueble. En una unión conyugal se establece un “negocio” de grandes dimensiones abierto a la vida, se establece un hogar cuyos pilares son la fidelidad, la libertad responsable, el servicio desinteresado y la educación en virtudes. El seno familiar es donde nacemos, aprendemos, nos desarrollamos, lloramos, nos reímos, nos entusiasmamos, es el eje medular en donde se articula la sociedad por entero. Por ello, dependiendo de cómo sea la estructura de la unión conyugal, así se expandirá la sociedad, siendo más o menos elástica en principios y valores que a la postre redundarán en benéfico o detrimento de los elementos aisladamente considerados que la componen, es decir, en la propias las personas.
A raíz de la publicación de ciertas disposiciones, a la sazón, las uniones de hecho, los matrimonios homosexuales, el divorcio exprés, etc, mayormente fomentadas por el socialismo pútrido y reinante que nos acosa día a día, se puede observar sin realizar demasiados esfuerzos que, el aumento de divorcios y separaciones ha aumentado considerablemente en los últimos años. Y esta realidad no es producto sometido al dinamismo que conlleva la modernidad o los cambios de época, sino más bien obedece al deterioro mental que el ser humano está sufriendo al robársele el principio de identidad y de responsabilidad. Esta situación, en gran medida, es debida al empuje desmesurado que está efectuando la conjunción del relativismo y el individualismo, corrientes basadas en el “usar y tirar” que convierten el carpe diem en una idolatría de atractivamente perfecta.
Pero para paliar la creciente crecida de divorcios y separaciones que se producen en España, existen medios a través de los cuales previenen la potencial desunión desembocándola en una feliz y consensuada vinculación duradera. En la Clínica Universitaria de Navarra tenemos un buen ejemplo con la Unidad de Diagnóstico y Terapia Familiar, en donde el objeto principal es orientar a las familias para ayudarles a recuperar las ilusiones perdidas o dormidas, que no muertas. Un divorcio o separación es fruto en demasiadas ocasiones de la irreflexión, de la incomprensión, de la ausencia de comunicación o de la falta de preparación para el matrimonio, pues sin duda éste es vocacional.
Y al hilo de lo que algunos estiman como pura contratación el vínculo matrimonial, con la ley del divorcio exprés se ha vuelto a la figura retrograda y denigrante de la repudiación, acto unilateral por medio del cual una de las partes sin tener que demostrar ninguna clase de incumplimiento contractual, opta por rescindir dicho contrato. Es curioso que la legislación vigente “blinda “ al máximo todo tipo de relación contractual, excepto el matrimonio. Será porque a la cúpula socialista de la que se alimenta el actual pero efímero gobierno de la nación, no le interesa el futuro de una sociedad bien trabada en la que los principios rectores hundan sus raíces en una consistente cimentación, pues al parecer la desestabilización y la confusión son las mejores armas para manipular a una ciudadanía que cada vez camina más desordenada. Porque la libertad no consiste en que cada uno elija lo que más le apetezca, como en un supermercado, sino que dentro de las cosas buenas elija la mejor, y eso solamente se puede realizar cuando se consideran objetivamente como valores absolutos aquellos que hacen crecer a la humanidad con integridad y con dignidad, prescindiendo de la utilidad que pueda reportar la afectividad entendida como pura comodidad sentimental.
Para concluir, no olvidemos a los hijos, fruto del matrimonio, pues ellos también tienen derechos reconocidos y naturales que no se deben conculcar. El dolor que padecen los hijos frente a los divorcios o separaciones es equivalente a la pérdida de un ser querido y en ocasiones causan magnas desgracias. Por ellos, por la mujer y por el hombre, por la familia, por la sociedad, luchemos por erradicar del mapa legislativo aquellas leyes injustas que en vez de articular las demandas sociales, promueven la decadencia impúdica de la misma. El amor lo supera todo, pero inexorablemente hay que sustentarlo.
vicenbarbarroja.
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