Thursday, December 14, 2006

La “sana laicidad” de las sociedades modernas fomenta la esclavitud de los cristianos.


La Conferencia Episcopal española se ha pronunciado: “ España se ve invadida por un modo de vida en el que la referencia a Dios es considerada como una deficiencia en la madurez intelectual y en el pleno ejercicio de la libertad”.

Todavía se confunden los términos aconfesionalidad y laicismo, quizá porque al poder le interese que dicha confusión persista para deslizar sobre la sociedad de forma artera los tentáculos del autoritarismo salvaje. En España, ese imperio dominado por el rencor de Zapatero, el racionalismo ilustrado de otrora quiere asomarse y despuntar con el fin de integrarse en el ordenamiento jurídico de la nación para que, en un alarde de triunfalismo, domine a toda criatura que habite bajo sus fornidas garras.

Y ya que al parecer el ideario ilustrado de Zapatero quiere hundir sus raíces en la letra de la ley, y solo de la ley aunque ésta se a injusta, comencemos por acudir a la Carta Magna del 78, que a modo de exordio jalona la senda jurídica en nuestro país, para que este risueño pero inicuo socialista se entere de qué va la fiesta. De forma clara, el artículo 1 define a España como un Estado social y democrático de Derecho, pues tiene como funciones ordenar los derechos fundamentales y libertades públicas, los derechos y deberes de los ciudadanos y los principios rectores de la política social. Además propugna como valores superiores la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político, valores que con frecuencia obvia la política de Zapatero.

Hablando de libertad, Zapatero asume progresivamente como derechos exclusivos los que les corresponden a la ciudadanía, subrogándose en aquellos que les son propios al pueblo soberano que por elección y equivocación han erigido a José Luis en el comodoro del Estado español. Con estas auto-atribuciones, Zapatero pretende que los que practicamos un credo religioso lo hagamos con disimulo y sin ruido. Craso error. Si continuamos con nuestra consensuada Constitución observamos que el artículo 16 establece claramente que la única restricción para manifestar notoriamente la fe es atenerse al mantenimiento del orden público, y nada más. Como garantía a la práctica de la religión, “los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española”, y es aquí donde entra en juego el verdadero significado del vocablo “aconfesionalidad”, es decir, ninguna religión es la oficial en España pero eso no es óbice para que la sociedad practicante tenga facilidad para celebrar y manifestar abiertamente el culto consiguiente, es más, los poderes públicos no pueden obstaculizar dolosamente tales celebraciones, pues vuelve a recordar el artículo 9 de la Constitución española que “promoverán las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sena reales y efectivas” y “removerán los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud”.

Pero Zapatero quiere que se practique solamente su laicismo, quiere imponer coactivamente su “religión” estatal y que la sociedad quede arrinconada bajo la taciturna sombra del confinamiento espiritual. No quiere símbolos, ni iconos, ni imagen alguna, no quiere más que ver su beligerante exigencia laica cumplida, para relamer su derroche de intolerancia y recubrir con ello la pluralidad ideológica estipulada constitucionalmente.

Esta claro que Zapatero, Rubalcaba, De la Vega, Pepiño Blanco y tantos otros provocadores e insolventes de la política ramplona, esos que con sus ilustradas chaquetas de pana proclaman a la vez que subyugan, no han leído con atención el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos el cual invoca que “toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de RELIGIÓN (...) así como la libertad de MANIFESTAR SU RELIGIÓN O SU CRENCIA INDIVIDUAL O COLECTIVAMENTE, TANTO EN PÚBLICO COMO EN PRIVADO (...)”. Ante este reconocimiento, ¿tiene algo que objetar el gobierno socialista-laicista de José Luis? ¿dónde quieren ir a parar? ¿ nos están invitando a la rebelión en masa para recuperar nuestros derechos?

A mayor abundamiento en relación a la precitada Declaración del año 1948, constan como aval el instrumento de ratificación del Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales (en Roma el 4 de noviembre de 1950), la ley 62/1978, de 26 de diciembre, de Protección Jurisdiccional de los Derechos Fundamentales de la Persona, la ley orgánica 7/1980, de 5 de julio, de la Libertad Religiosa (artículo 2.1.a.b.c.d ) y como colofón el Código Penal español, en cuyo artículo 525 determina como delincuentes a “quienes para ofender los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa, hagan públicamente, de palabra, por escrito o mediante cualquier tipo de documento, escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias, o vejen, también públicamente a quienes los profesen o practiquen”.

Con todo no se si el gabinete socialista de Zapatero sabrá leer lo que ésta normativa prescribe, o si tendrán tiempo suficiente para reflexionar acerca de ella. Lo que si deberán observar esos personajes ávidos de poder es que, si las manifestaciones religiosas en un futuro ( y espero que no por lo que pueda pasar) tienen que revelarse en privado y silenciosamente, de la misma forma las manifestaciones del “orgullo gay” deberán ser en secreto, en sus domicilios o locales y a puerta cerrada, y los mítines de los partidos políticos lejos de ser abiertos públicamente y televisados o retransmitidos, también deberán instalarse en el plano de la privacidad y que los escuchen entre muros tupidos e insonoros aquellos que por su interés así lo deseen.

Si Zapatero quiere una sociedad aséptica, no contaminada ni influenciada por nada ni nadie, en la que por la calle nadie se mire, por si acaso se siente intervenida por la mirada, que no se hable por aquello de no sentirse afectado por la opinión de los otros, que coja las maletas y que no devaste más nuestra patria, que se vaya a una isla desierta y que se pierda. Con Zapatero y su circo itinerante no queremos una libertad mitigada y restrictiva, pues ésta de ser así, es una esclavitud consentida e impuesta, y a lo que España aspira es a tener una moral respetable y decente con la que la ciudadanía pueda vivir en paz y con verdadera libertad.

Vicente Franco Gil.

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