Tuesday, November 16, 2010

CIENCIA Y CONCIENCIA

Teruel, evidentemente además de existir, es noticia porque un niño turolense ha sido el primero del mundo en ser concebido mediante un nuevo método de fecundación in vitro por medio del denominado “Embryoscope”, un incubador que mejora la selección de embriones humanos facilitando la posterior implantación en el útero materno. Este acontecimiento, que aparentemente abre expectativas de nuevos embarazos colmando de fruición los deseos incontenibles de los padres, se erige como un logro científico en la aplicación de una tecnología avanzada, que por el contrario, no esta exenta de reproches ni de un análisis crítico.

Si bien es verdad que desde el año 1988 nuestro ordenamiento jurídico avala un amplio desarrollo de técnicas de reproducción asistida amparadas por la garante meticulosidad de un seductor elenco normativo, también podemos afirmar que el fundamento y la práctica del método en cuestión comporta un choque frontal con principios éticos y morales.
Para quienes piensen que tanto la lex artis de la medicina como la función reguladora que ostenta el Poder Legislativo ante esta materia sirven a sus fines con independencia y exclusión a las esferas de la moralidad y del recto proceder, obedeciendo más bien a posturas asépticamente utilitaristas, caen irremediablemente en un craso error.

Cuando se planifica el nacimiento de un bebé concibiéndolo en un laboratorio, dentro de un tubo de ensayo, se debe efectuar una criba embrionaria que comporta eliminar y excluir aquellos embriones “inservibles”, esos que nunca serán protagonistas más que de una destrucción indiferente y olvidada, esos que nunca se retratarán en una fotografía ni encabezarán titulares de noticias. Con todo, cuando se habla de embriones humanos no nos referimos a un cúmulo de células biológicas vivas sin más, el embrión es una auténtica vida humana incipiente por la que todos los mortales hemos pasado antes de ser ingenieros, periodistas, psicólogos, abogados, maestros, amas de casa, empleados de oficina, pensadores, políticos, catedráticos, o quien sabe qué.

Una vez más debemos decir claramente y sin enjuagues que las apariencias engañan. Lo que está en juego es algo más que la satisfacción de un deseo irreprimible, el de ser padres que, aun siendo un deseo legítimo y loable, no puede en ningún caso faltar a la dignidad humana y mucho menos conculcar derechos inalienables como es el de la vida. La técnica de la reproducción asistida es radicalmente incompatible por “fabricar” personas con una vis reduccionista y cosificadora, al considerar a los embriones productos de intercambio mercantil. Por ello se comete una gran injusticia cuando a un ser humano se le trata como a un objeto ya que el atributo de la dignidad se asienta en el acto de la procreación mediante la entrega mutua y total de los esposos y no mediante una explotación industrial manufacturada.

Así las cosas, el embrión humano, observado desde la avanzada tecnología actual que se aplica en el campo biológico y ginecológico, es sencillamente un ser vivo diverso a otro de su especie, pero con idénticos derechos que le son inherentes por el mero hecho de ser humano, pues el embrión es considerado el primer estadio de esa maravillosa constitución humana. De esta forma, cualquier defensa de los derechos humanos políticos, económicos y sociales sería errática si no se incluye la rigurosa defensa del derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural. Y para ello hemos de desterrar el diálogo pérfido lleno de entelequias acerca de lo que es el pre-embrión, si ya es persona a o no, si es puro compuesto biológico, etc..., pues este discurso rancio y vacuo solamente nos transportaría a promover la indiferencia e insolidaridad hacia los más débiles, los silentes embriones que nunca ven la luz por no haber tenido la suerte de ser seleccionados por la mano distraída del científico de turno.

Tan solo resta comentar que el ser humano no es una función variable y relativa de la sociedad, del Estado, o de las ideologías e intereses de los particulares, y por ello no puede ser objeto de experimentos que desnaturalizan la esencia íntima y propia de su ser, de su fin y de su destino. A tal efecto cuando el Derecho Constitucional y el Poder Legislativo no tienen en cuenta la moralidad de la ley objetivamente considerada, las primeras víctimas que afloran son la justicia y la equidad, dos factores que ceden a la cultura de los deseos en detrimento de la cultura de los derechos.

Martín Luther King, en La fuerza de amar dijo: “la moralidad no puede ser legislada; sin embargo, el comportamiento puede ser regulado. Los decretos judiciales no pueden cambiar el alma; sin embargo pueden sujetar al desalmado”.

Cuando el hombre programa la vida sin ser él el autor de la vida, acaecen efímeras apariencias tecnológicamente exitosas que a su vez encubren solapadas atrocidades que traen como causa consecuencias graves. Deberíamos preguntarnos si la ciencia busca el ensayo indiscriminado y la creación humana como dominio y ostentación de poder o realmente su actividad se orienta a la consecución del bienestar social buscando la verdad.
No olvidemos que el ser humano tiene un destino que la ciencia no puede obviar ni obstaculizar, pues tal como proclama el Génesis; “ come si quieres del fruto de todos los árboles del paraíso, mas del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, no comas: porque en cualquier día que comieres de él, irremediablemente morirás...” (Gén. II,17)

Para terminar, podemos observar esta máxima del político checo Václav Havel: “la tragedia del hombre moderno no radica en el hecho de que desconoce cada vez más el sentido de su vida, sino en que le preocupa cada vez menos”.

Y para concluir advirtamos esta reflexión: ¿ Es el embrión humano objeto de tráfico mercantil o realmente se constituye como un sujeto de derechos ?


Vicente Franco Gil.