Friday, July 07, 2006

LA VERDADERA DIGNIDAD.

Para la ciencia más "progre" siempre prevalece el criterio económico por encima del criterio ético o deontológico. El utilitarismo que asiduamente se practica en esta nuestra sociaedad moderna implica un cálculo frío y conveniente en donde se observa qué ser humano merece ser defendido o aniquilado en función de su coste y de su reporte social. Muchas personas consideradas maduras intelectual y profesionalmente se declaran continuamente contra las tragedias del mundo en un alarde de solidaridad y modernidad vinculada a brotes filantrópicos las cuales descansan sus conciencias sobre respetos humanos o el qué dirán, a la sazón ir contra la guerra, contra la intolerancia, etc, no ya por convencimiento propio de los valores humanos considerados en sí mismos, sino por una mera ideología que relega los principios absolutos y exalta cualquier referencia relativista.

Si no pretendemos anticipar la autodestrucción de la humanidad como una muerte anunciada, si queremos perseguir la desfachatez científica, aquella que constantemente está alumbrando errores de difícil reparación, sepamos que el único modo de defender abierta y diáfanamente la dignidad de todas las personas en la actualidad es no adoptar un enfoque cosificador ni reduccionista.

En contra de la opinión concebida y deformada de muchos ideólogos y politólogos mediocres que apuestan por un Derecho que "asume" lo que la sociedad demanda sea bueno o malo, afirmo taxativamente que el Derecho no debe doblegarse a los acontecimientos que acaecen sin más en la calle, sino que debe conformar normas de conductas y establecer pautas de comportamiento pues aquel obedece al más estricto sentido de la justicia, es decir, dar a cada uno según le corresponde.

Lo cierto es que la verdad atrae siempre y por lo tanto no se puede esconder. No es más libre el que más posibiliadddes tiene de elegir, sino aquel que, además, acepta confiadamente lo que no puede escoger. La vida no es un supermercado social, es un cúmulo de valores fundamentados.

Tuesday, July 04, 2006

INSTITUCIÓN INVULNERABLE.

De muchos es sabido el reiterado ataque a la célula nuclear por excelencia que une con las más noble naturalidad el mosaico social tan diverso como universal: la familia. Es cierto que el Gobierno de Zapatero ha introducido alteraciones inspiradas en la supremacía de lo público sobre lo privado en un afán intervensionista del Estado en todos los ámbitos de la vida. Con ello nos encontramos ante un neopositivismo brutal en el que las actuaciones cotidianas sucumben forzosamente al imperativo de las leyes sean justas o no. La libertad familiar se ha limitado agregando nuevos conceptos erráticos a la vez que se recortan derechos en la educación, la sanidad o el orden económico. La presión fiscal bloquea a aquellas familias en las que libremente se nutren de numerosos hijos, y se aprecia en otras el notablemente el efecto sustitución que desplaza al efecto renta, pues a mayor renta familiar menor números de hijos pero mejor dotados: varios ordenadores, varias televisiones, varios coches, varios pisos y un caudal ingente de dinero en ocio y expansión.
Los poderes públicos basados en una ideología colectivista retornan al espíritu que alumbró al imperio nazi o al comunismo más efervescente. Pero aún así, la familia tradicional ultrajada ahora, padre y madre con hijos comunes, es la institución más valorada por la juventud, esa que busca la verdad y la encuentra en la composición natural de aquella. Por ello el rencor de Zapatero le inquieta y pretende el rédito de cualquier voto a cualquier precio que le permita afianzarse en su totalitarismo absolutista y radical, sin importarle el bien común ni la libertad de una ciudadanía de pensamiento libre, aplicando la máxima de “ todo para el pueblo pero sin el pueblo”.
La familia comprometida en la que se ama a sus miembros, se les educa, y en donde se convive, se aprende y ejercita la dignidad humana es el auténtico hogar. Encapsular a la familia entre el relativismo y la utilidad reduce y cosifica su esencia pues, aquella queramos o no, es la semilla de un mundo libre huérfano de ataduras en donde los resentidos no la vencerán.