CUESTIONES DEMOGRÁFICAS: ANTICONCEPCIÓN Y ABORTO
Ante este hecho nada halagüeño, lo cierto es que todavía debemos dar gracias de que nazcan niños en mayor o menor medida, dado que la propaganda genocida que azota nuestras conciencias, así como la normativa que circunscribe la cultura de la muerte, van “in crescendo” al compás de una desafiante y barbárica sinrazón.
Años atrás, nos asalto el anuncio de “póntelo, pónselo”, un uso indiscriminado de preservativos al parecer para evitar embarazos no deseados e impedir enfermedades contagiosas; más adelante se comercializó la píldora del día después, abortiva, de fácil adquisición y al alcance sobre todo de la juventud; y lo más reciente ha sido la campaña de “la píldora del día de antes”, por si no hubiera todavía suficiente artillería contraceptiva. Desde esta perspectiva, que nadie piense que estas campañas son una ganga, cuestan bastante dinero y generan un ingente lucro a favor de las empresas que fabrican los diversos ingenios contraceptivos y abortivos que se encuentran en el mercado. La implementación de las sagaces campañas destinadas a informar exhaustivamente cómo mantener relaciones sexuales sin riesgo, con plena libertad y a poder ser a edad temprana, tampoco son unos saldos ocasionales, así como toda la retahíla de manuales de contenido impúdico y sobradamente licencioso los cuales reciben pingües ingresos procedentes de suculentas subvenciones.
Pero el no va más, la cumbre de los despropósitos, vino de la mano del Ministerio de Sanidad con la mortífera Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, un eufemismo legal que convierte en derecho lo que antes era delito y siempre será un homicidio, que considera al feto como un objeto de libre disposición, que autoriza a las menores a abortar sin asenso previo, que limita la objeción de conciencia de los facultativos y que capacita a la Sanidad Pública a recetar anticonceptivos y abortivos como si de aspirinas se tratase.
La sexualidad está siendo presa de la ideología del caiga quien caiga. La conducta sexual se ha convertido en un eje de adicción excesiva y absorbente, una práctica puramente genital que rehúye el compromiso y el amor para dar relieve al placer incontrolado. La promiscuidad entre los adolescentes, propiciada por proclamas propagandísticas que invitan a unas iniciaciones sexuales precoces, se vende como una superación de la autoestima para tratar de evitar el aislamiento social que invoca la perversa inmoralidad.
La contracepción, el aborto, el abandono ético en los individuos, disuelven las estructuras jurídicas y fagocitan el Derecho en detrimento del bien común, de la protección de la maternidad, de la mujer y en definitiva del ser humano en todas sus facetas, incluidos los nasciturus. Estas actitudes no resuelven cuestiones objetivas, en todo caso causan un daño irreparable a la sociedad y arruinan su convivencia. Todos estos ideales atroces son meros pretextos destinados a mantener encendida la llama del poder político que contribuye con su anuencia a la muerte de inocentes haciéndose culpable de una prevaricación pavorosa. La legitimidad del poder no se mide en los votos de las urnas sino en su capacidad de servir según la justicia. Si el ordenamiento jurídico no salvaguarda y respeta los Derechos Humanos como derechos universales, entonces el Derecho no garantiza la dignidad humana y por ello el poder es injusto e intrínsecamente ilegítimo. Porque, ¿dónde situamos la dignidad humana, en la inteligencia, en la salud, en la felicidad, en la utilidad…?
Por otro lado, si la información es sesgada e incompleta deforma las conciencias y hace oscilar la voluntad. En los programas de anticoncepción nunca se habla de la abstinencia, de la castidad, de la fidelidad conyugal, o de un noviazgo limpio, por ser motivo de risa y de escarnio. No obstante, hoy en día, existen personas, jóvenes y adultos, heroicas que nadan contracorriente manteniendo sus principios rectores a flote sin reparar en el qué dirán.
Si, ciertamente son personas que procuran por la existencia de los seres más desvalidos, porque son los que más derechos deben tener, porque creen en una dignidad declarada como un valor incondicional que restaura todo lo que valen los seres humanos.
Seamos inapelables al afirmar que la familia, como fundamento del tejido social, no tiene sustituto alguno. Para que se forme y se desarrolle, debemos permitir que nazcan nuestros hijos primero y exigir a la vez a todos los poderes públicos que inviertan nuestro dinero en campañas dirigidas a fomentar la unidad familiar, la maternidad y el sostenimiento de la prole. Si el acto sexual se reduce a un simple fenómeno fisiológico, vana es la naturaleza de las personas dotadas de entendimiento, voluntad y de raciocinio.
La inclinación sexual no debe ser exclusivamente biológica, se debe ordenar a la unión de los sexos con apertura a la procreación de seres humanos con plenos derechos de ciudadanía. El fundamentalismo eclipsa el desarrollo de la razón y el relativismo niega la verdad violentando la esencia de las cosas convirtiéndose, irremediablemente, en una excusa perfecta para que el más fuerte domine al más débil.
Entendamos bien que la anticoncepción y el aborto, en sí factores deshumanizadores, no deben convertirse en la prolongación continuada de errores seductores que en apariencia revisten de verdad, antes bien son meros protagonistas de los desatinos temporales de una civilización que camina a ciegas, sin rumbo y muy ofuscada.
W. Shakespeare decía que “hereje no es el que arde en la hoguera. Hereje es el que la enciende”. Con todo, tanto los grupos políticos como los lobbys de presión son responsables subsidiarios de las innumerables muertes de inocentes, verdugos que prenden la mecha de la indignidad y el libertinaje. Creo que cada individuo y la sociedad en su conjunto merecen un trato más justo y coherente, un soterramiento de ideologías descompuestas para reactivar al ser humano como centro y motor de cuanto tiene a su alcance y no ser la víctima de lo accesorio e intranscendente.
La forma más honesta de abordar la sexualidad humana consiste sin duda en dominar toda suerte de vicios en aras de descubrir nuestra autenticidad antropológica, la cual nos debe mover a buscar siempre y con anhelo la finalidad última de nuestros actos. La vida no es algo baladí, es un derecho inalienable que a su vez da consistencia a todo el universo.